Entre las diferentes consultas que hacen los profesores destaca la necesidad de detección
de problemas, especialmente en lo referido al acoso y ciberacoso. Por
eso es necesario tratar el cómo saber si en nuestra aula hay algún caso
de este tipo.
¿Cómo puedo saber si en mi clase hay un caso de ciberacoso? La
respuesta no es nada sencilla, pero de inicio podríamos contestar con
otra ¿cómo detectas un caso de acoso en tu clase? Es cierto que no se
trata de lo mismo y que en el caso del acoso en persona, especialmente
cuando se da entre alumnos del mismo centro, es más fácil que salten las
alarmas en el centro porque allí se van a encontrar.
Pero también es cierto que los casos de ciberacoso suelen ser una
manifestación más de un caso de acoso fuera de Internet. Además, si los
implicados son alumnos del mismo centro nos encontraríamos en una
situación muy similar a lo ocurrido en los casos de acoso sin que
internet esté de por medio.
Hechas estas aclaraciones ¿entonces en qué nos tenemos que fijar? Hay diferentes publicaciones (muy completa y recomendable la Guía de actuación contra el ciberacoso) que ponen el foco en síntomas de diferente índole, incluyendo síntomas físicos que por norma general son psicosomáticos. Pero los que nos parecen más fiables siempre son los de comportamiento y relaciones,
o al menos no centrarnos en los que aparentando ser síntomas físicos
suelen estar muy ligados a otras situaciones y nos pueden llevar a
confusión.
Es necesario ser consciente de que una situación de ciberacoso genera
una tensión constante en los menores, que difícilmente son capaces de
gestionar y acaba manifestándose de las formas más diversas posibles,
especialmente en cambios repentinos de humor hacia la
agresividad o la depresión. Por ello, uno de los principales síntomas
que podemos llegar a observar es este, una fluctuación repentina entre
estados de ánimo extremos.
Pero además podemos llegar a observar situaciones sociales más sutiles
que nos pueden indicar que existe un problema. Así, que un alumno evite
de forma un tanto temerosa el contacto con algunos de sus compañeros
siempre debemos considerarlo como un síntoma que nos puede estar
alertando de un caso de acoso o de ciberacoso. Del mismo modo, un
estudiante que se muestre reacio al uso de las nuevas tecnologías (algo
poco habitual entre los adolescentes) podría estar tratando de evitar el
contacto con un acosador online.
En cualquier caso estos síntomas no se deben tomar como definitivos,
ya que pueden deberse a múltiples causas. Pero, al igual que nos salta
la alarma siempre que un alumno sufre repentinamente un dolor agudo en
el estómago cada vez que tiene que trabajar en grupo con otro compañero,
deberíamos empezar a indagar sobre el porqué de estos comportamientos.
Los síntomas más claros pueden ser los relacionados con la sociabilidad de los alumnos y su estado de ánimo,
desde comentarios que oímos sobre sus actividades fuera de clase (como
quedadas para chatear por la tarde) hasta el aislamiento de un alumno en
concreto o una repentina baja autoestima. Otros síntomas pueden ser más
evidentes como por ejemplo los ataques de ansiedad, indicios de
depresión, etc.
En estos casos la experiencia y la habilidad de un ojo entrenado como docente son vitales,
ya que la muestra de un comportamiento errático o con bruscos cambios
no es necesariamente extraña entre los adolescentes, por lo que hay que
saber lo que son comportamientos habituales en la edad de cada alumno y
lo que es una modificación inusual. En caso de encontrarnos con algún
síntoma sospechoso es recomendable consultar con otros compañeros o con
la familia para comprobar si ellos también observan algo extraño.
Se pueden señalar otras posibles señales de alerta, por ejemplo:
- Altibajos en los
tiempos de estudio y en el
rendimiento del trabajo escolar.
- Disminución de la capacidad de concentración y de su mantenimiento.
- Inusuales actitudes de relajación y tensión, incluso de reacción agresiva.
- Explosiones momentáneas de agresividad.
- Cambios extraños en el grupo de personas con las que se relaciona y/o repentina pobreza, ausencia de amistades y de relaciones sociales.
- Falta de defensa o exagerada reacción ante supuestas bromas u observaciones públicas (estos comentarios pueden parecer inocuos a ojos de los adultos pero contar con otros significados para el menor.
- Variaciones en la relación con los adultos, en cuanto a su frecuencia y la dependencia de ellos.
De nuevo, todos estos síntomas no son concluyentes, en muchos casos
solamente supondrían que existe algún tipo de problema mientras que en
otros pueden deberse a situaciones típicas de la adolescencia o algún
problema de salud pasajero. A pesar de ello siempre se debe permanecer
alerta y prestar especial atención en caso de que observemos alguno de
ellos.
Así que en resumen ¿cómo detectamos un caso de ciberacoso en nuestra aula? Pues con mucha observación, conociendo a nuestros alumnos y no dando nunca nada por supuesto,
ya que lo que inicialmente podríamos considerar consecuencias de
cualquier situación personal sin especial importancia podría realmente
ser una señal de auxilio.
Para más información sobre los síntomas de un ciberacoso, y
especialmente sobre el perfil acosador (no olvidemos que la víctima
puede acabar sufriendo desórdenes, pero quien apunta a tenerlos
realmente desde el inicio es el acosador), recomendamos la Guía Clínica sobre el ciberacoso, que aun estando enfocada a profesionales de la salud puede ser de utilidad en el ámbito educativo.
Respecto a recursos dirigidos a solventar este tipo de conflictos destaca la Guía SOS Ciberacoso para educadores, donde encontraremos una orientación en el “Protocolo de intervención del ciberacoso escolar”.
Este artículo ha sido originalmente publicado en el blog de OSI MENORES.
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